Dos meses después del tratado de
al-Hudaybiyah, Mahoma atravesó con su ejército los 161 kilómetros que les
separaban de Khaybar, para atacar a una comunidad de judíos que residía allí.
Mahoma nunca había tenido problemas con los Khaybar. La incursión estaba
motivada únicamente por la codicia. Los judíos de Khaybar eran granjeros ricos
que vivían en una serie de fortalezas distribuidas entre los campos de cultivo.
Extracto de La Sira:
I757 Cuando Mahoma invadía pueblos, esperaba a la mañana. Si escuchaba
la llamada a la oración, sabía que eran musulmanes y no atacaba, pero sí lo
hacía si no oía la llamada a la oración. Cuando cabalgó con su ejército, los
trabajadores volvían de los campos y huyeron al ver a Mahoma y a sus soldados.
Mahoma les dijo: «¡Alá Akbar! Khaybar está acabada. Cuando lleguemos a la plaza
del pueblo será una mañana aciaga para aquellos que han sido advertidos».
Mahoma ya era uno de los hombres más
poderosos de Arabia gracias a la yihad. A diferencia de lo que pasaba en los
primeros días, ahora podía hacer prácticamente cualquier cosa que quisiera. Se
dispuso a destruir a los que se oponían a él, sin mostrar la menor misericordia
a aquellos que se resistían.
I758 Mahoma sitió las fortalezas, una tras otra. Entre los prisioneros
había una judía muy hermosa llamada Safiyah. Mahoma se la quedó para satisfacer
su deseo. Uno de sus hombres la había elegido antes para que fuera su esclava,
pero Mahoma le dio a dos de los primos de Safiyah para hacerse con la joven.
Mahoma siempre podía elegir primero lo que quería del botín de guerra y de las
mujeres capturadas.
I759 En el caso de Khaybar, Mahoma propuso nuevas órdenes sobre mantener
relaciones sexuales a la fuerza con las prisioneras. Si la mujer estaba
embarazada no se podía tener sexo con ella hasta el nacimiento del niño.
Tampoco se debía forzar a las mujeres que no estaban limpias de acuerdo con las
leyes musulmanes relacionadas con la menstruación.
I764 Mahoma sabía que había un enorme tesoro escondido en alguna parte
de Khaybar así que mandó llamar al judío que en su opinión sabía sobre el tema
para interrogarle. Este judío se llamaba
Kinana, era el marido de Safiyah, que iba a ser la nueva mujer de
Mahoma. Kinana negó saber nada al respecto. Sin embargo, otro judío dijo que
había visto al hombre merodeando entre las antiguas ruinas. Se inició la
búsqueda y se encontró una buena parte del tesoro, pero no su totalidad. Mahoma
dijo a uno de sus hombres: «Tortura al judío hasta que diga lo que sabe». El
judío quedó anclado al suelo y prendieron fuego a su pecho para que hablase. El
hombre estaba a punto de morir, pero no hablaba, por lo que Mahoma le liberó y
se lo entregó a uno de sus soldados, pues su hermano había muerto en la lucha,
y dejó que ese musulmán tuviera el placer de cortar la cabeza del judío
torturado.
Los musulmanes creen que Mahoma era
el hombre perfecto y el Corán les
dice en repetidas ocasiones que deben imitar su comportamiento. Muy pocos
musulmanes han leído sus biografías y buscan orientación en los imanes. Es
lógico que en circunstancias o en los lugares en los que el islam no goza de
fuerza, los imanes opten por animar a seguir el ejemplo de Mahoma en La Meca,
pero la historia demuestra que en cuanto el islam gana poder, las cosas
cambian.
Extracto de La Sira:
I764 Los judíos de Khaybar fueron los primeros dhimmis de Mahoma. Una
vez que les arrebataron los mejores bienes, Mahoma dejó que cultivasen la
tierra. Sus hombres no sabían nada sobre agricultura y los judíos eran
habilidosos. Así que los judíos cultivaban las tierras y le entregaban a Mahoma
la mitad de las ganancias.
Comentarios del autor:
Esta era una nueva táctica y se
convertiría en una parte importante de la estrategia general del islam. Hasta
este punto, los kuffar tenían dos opciones: convertirse al islam o ser
asesinados. Ahora, existía una tercera posibilidad: el estado dhimmai. Un dhimmi
es un no musulmán que vive en una tierra gobernada por el islam. Estaban
obligados a pagar un impuesto de capitación (Jizya) a los musulmanes, que podía
llegar a suponer el 50 por ciento de sus ingresos. La clave aquí es que además
debían ser humillados. Tenían algunos derechos y se les permitía practicar su
fe en privado, pero no debían reparar o restaurar las iglesias o sinagogas (el
estado de dhimmai solo se ofrecía a los judíos y cristianos).
Como el islam estaba tan centrado en
la conquista, su sociedad carecía de capacidad productiva.
Al permitir que los cristianos y
judíos viviesen en un estado de semiesclavitud, el islam adquiría una fuente de
ingresos incluso para los periodos de paz. La institución del estado de dhimmai
se desarrolló aún más durante los últimos califatos y es una parte fundamental
del sistema de la yihad.
El Corán habla sobre los dhimmis:
9:29 ¡Combatid contra quienes
habiendo recibido las Escrituras (judíos y cristianos) no creen en Alá ni en el
Último Día, ni prohíben lo que Alá y su Enviado han prohibido, ni practican la
religión verdadera, hasta que, humillados, paguen el tributo (Jizya)
directamente!
A menudos nos cuentan que se
permitió a judíos y cristianos vivir en paz y armonía en las tierras de los
musulmanes. Alguien que no conoce las arduas condiciones que suponía ser un
dhimmi, podría llegar a pensar que esto es un signo de una tolerancia inherente
al islam, que en realidad no existe como tal.
Extracto de La Sira:
I766 Al volver, Mahoma hizo que una de las mujeres musulmanas preparase
a Safiyah (la judía que había elegido para su placer) para la noche de bodas
con Mahoma. Esa noche uno de sus hombres protegió su tienda con su espada. A la
mañana siguiente Mahoma le preguntó qué hacía y el hombre respondió: «Temía por
ti, por la mujer. Has matado a su padre, a su marido y a su pueblo, por lo que
temía por ti». Mahoma le bendijo.
La frase «Allahu Akbar» se ha vuelto
famosa, sobre todo desde los ataques del once de septiembre. El líder del grupo
de secuestradores, Mohammed Atta, pasó la noche previa visitando clubs de
striptease. Quedó grabado como gritaban «Allahu Akbar» cuando atravesaron las
Torres Gemelas con los aviones, asesinando a los kuffar. Normalmente, esto se traduce como: «Alá es
grande»; aunque en realidad significa «Alá es el más grande», en el sentido de
que es el más grande de todos los dioses.
Esta frase no es un invento moderno
de la yihad. Es el grito de guerra del primer yihadista: el profeta Mahoma, cuando mataba a kuffar
inocentes.
Tras los atentados del once de
septiembre, George Bush y el primer ministro del Reino Unido, Tony Blair, (así
como el resto de líderes hasta la fecha) declararon que estos ataques no habían
tenido nada que ver con el islam. Desde entonces, se han filtrado palabras como
yihad, islamista, musulmán e islam junto con cualquier referencia a la doctrina
islámica de los manuales antiterroristas de Estados Unidos. Para comprender el
motivo por el que se ha producido este tipo de reacción, es importante saber
más sobre los dhimmis.
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