Saturday 8 August 2015

29 De Mahoma a la actualidad




Tras la muerte de Mahoma, la mitad de las tribus de Arabia abandonaron el islam, sin duda aliviadas, y regresaron a sus antiguas religiones. Por desgracia, el islam no desapareció con Mahoma, y su sucesor, Abu Bakr, luchó contra ellos en una campaña larga y sangrienta conocida como las Guerras de Apostasía. Haciendo uso de las tácticas de la yihad, les obligó de nuevo a someterse al islam.
Una vez que reconquistaron Arabia, este puñado de hombres pobres y sin educación de las tribus del desierto irrumpieron en un mundo que no sospechaba nada, utilizando la yihad para conquistar el Imperio bizantino (lo que quedaba del Imperio romano en Oriente), el Imperio persa, todo el norte de África y el norte de India. Además, conquistaron España en Europa Occidental y llegaron hasta Austria en la zona este del continente. Estas eran las sociedades más ricas y avanzadas tecnológica e intelectualmente del planeta en esa época. Los gobernantes musulmanes mantenían a los mejores médicos, arquitectos, científicos, etc., como dhimmis que servían al islam con su conocimiento y habilidades.
Al principio, algunos de los califas demostraron que valoraban hasta cierto punto el conocimiento clásico. En su momento se tradujeron muchas obras clásicas al árabe gracias, sobre todo, a los mutazilitas que predominaban en Bagdad. Se ha comentado que la unificación de los imperios bizantino y persa, junto con la adopción forzosa del árabe en toda la zona, contribuyeron a un intercambio libre de ideas que cimentó lo que se conoce como la «Edad de Oro del islam».
Aunque esta visión tiene su mérito, vale la pena destacar que incluso hoy, los persas (los iraníes ahora) no hablan árabe, solo farsi. Lo que este punto de vista tampoco menciona es el hecho de que estas sociedades ya eran centros intelectuales en el mundo y que siguieran siéndolo durante un tiempo tras la ocupación islámica no significa necesariamente que le debamos nada al islam. Esto no evitó que el presidente Obama asegurase que dicha deuda de gratitud existe en su famoso discurso en El Cairo. En esa intervención le dijo al público: «Fue el islam en ciudades como Al-Azhar el que llevó la antorcha de la enseñanza a través de tantos siglos, preparando el camino para el Renacimiento y la Ilustración en Europa».
Para comprender los errores en este tipo de razonamiento, es útil ver el modo en el que terminó la Edad de Oro.
En esencia los mutazilitas fueron derrocados por los asharitas, que eran mucho más dogmáticos. Su forma de pensar se basaba más en la doctrina islámica de la predestinación, que insiste en que cada acontecimiento que tiene lugar en el universo es dirigido personalmente por Alá. Argumentaban que aunque las cosas en general siempre funcionen del mismo modo, eso no era más que costumbre. El ejemplo típico que se daba era: «Solo porque siempre se vea al rey cabalgar por las calles no significa que un día no camine por su reino».
Dado que Dios ordena cada átomo en el universo no existe motivo por el que una manzana que cae mañana cae de un árbol opte por alzarse en el aire en lugar de caer al suelo. Esto es lo opuesto a la doctrina de «causa y efecto» que sirve de base a todo el conocimiento científico moderno.
Parece poco probable que este tipo de ideas hayan sido capaces de llegar a nuestros días sin la ayuda de la doctrina islámica, pero lo cierto es que han llegado. Esto puede ayudarnos a explicar los siguientes datos y estadísticas que muchos académicos políticamente correctos no son capaces de comprender en la actualidad:
1)  En los últimos 700 años el mundo islámico no ha aportado ni un solo invento ni descubrimiento científico de cierta importancia[1].
2)  Cada año se traducen más libros al español que el total de libros que se han traducido al árabe en los últimos 1000 años[2].
3)  De las 1800 universidades del mundo islámico, tan solo una sexta parte cuenta con un miembro del claustro que haya publicado algo[3].
El cristianismo y el judaísmo, en mayor medida que el resto de religiones, se basan en la libertad de elección. Por supuesto, ha habido épocas, sobre todo cuando la iglesia católica estaba en la cúspide del poder, en las que la iglesia se ha esforzado en restringir el pensamiento libre. Todo el mundo sabe que el papa Urbano VIII mandó encarcelar a Galileo por demostrar que el sol y las estrellas en realidad no giraban alrededor del planeta. A pesar de eso, la idea fue aceptada con rapidez, lo que sugiere una cultura muy receptiva a la lógica y la razón.
Al contrario, cuando el brillante filósofo español musulmán Averroes fue desterrado a Marruecos y se quemaron muchos de sus libros, su obra desapareció del mundo islámico. Únicamente se reconoció su importancia cuando los pensadores cristianos, como Tomás Aquino, redescubrieron sus escritos.
La libertad de pensar, hablar, debatir y cuestionar la ortodoxia es algo inherente a la doctrina cristiana pero que falta en el islam. Esto (en lugar de cualquier superioridad genética o ventaja militar) seguramente debió ser uno de los principales factores que impulsó la explosión de conocimiento científico y técnico que, a partir del Renacimiento y hasta hace apenas unas pocas décadas, era un logro prácticamente solo occidental (cristiano y judío).
Otro de los problemas que atormentaban al islam era la degradación medioambiental. El norte de África no siempre fue un desierto. Tanto Cartago como Egipto eran imperios poderosos en esta zona que desafiaron la supremacía de Roma. Los imperios no florecen en los desiertos, lo hacen en lugares de abundancia. Egipto era el granero de Europa, con una tierra fértil y agua del Nilo. Toda la zona del norte de África era una tierra de cultivo productiva.
Los árabes no eran agricultores, eran pastores de cabras. Cuando conquistaron los territorios del norte de África, los musulmanes metieron las cabras en las tierras de cultivo de los dhimmis cristianos, que no pudieron detenerlos[4]. Muestras de sedimentos del lecho marino del Mediterráneo sugieren que se produjo una rápida pérdida de la capa fértil del suelo con la consiguiente desertificación en la misma época que tuvieron lugar estos acontecimientos. Las pruebas circunstanciales respaldan esta teoría con datos de una despoblación que no tardó mucho tiempo y que tendría lógica si la analizamos desde la perspectiva de una hambruna y una masiva escasez de alimentos.
El resultado general ha sido un lento y prolongado declive del islam y un constante crecimiento del poder de la Europa cristiana. Desde el punto de vista militar, esto no fue algo evidente durante bastante tiempo, dado que los ejércitos islámicos y los que se dedicaban a la captura de esclavos causaron estragos durante siglos, sobre todo en los territorios que bordean las tierras islámicas.
A pesar de los ataques incesantes, los europeos mantuvieron a los musulmanes a raya. Ahora que ya habían conquistado a los imperios más ricos y se habían gastado el botín, los musulmanes se encontraron dependiendo de los dhimmis para obtener ingresos. Por desgracia para ellos, el sistema del islam está diseñado para obligar a los dhimmis de manera lenta pero firme a que se conviertan al islam, lo que les deja cada vez con menos personas productivas que se ocupan de un número creciente de personas que no producen nada.
El prolongado declive del islam coincide con el auge de los europeos, que se liberan gradualmente del dogma tradicional de la iglesia católica y construyen sobre la base del método científico de la Grecia clásica. Aunque se supone que los musulmanes llevaron este conocimiento a Europa, uno no puede dejar de preguntarse si esa información no habría dado el salto desde Oriente Próximo incluso si no se hubieran producido las invasiones musulmanas.
Entre 1000 y 1300 A. D., los europeos respondieron ante una petición de ayuda de los líderes de la Iglesia de Oriente, que estaba siendo devastada por la yihad. Uno de los objetivos de estas «cruzadas» fue proteger Tierra Santa (Israel) para que los peregrinos pudieran visitarla. Si bien las cruzadas no fueron un gran éxito, el hecho de los kuffar fueran capaces de reconquistar y quedarse con las tierras de los musulmanes durante un periodo de tiempo significativo, representó una increíble humillación para ellos, herida que aún duele más de 700 años después.
Los ataques de los turcos en Europa del Este plantearon una importante amenaza hasta prácticamente principios del siglo XVIII y las incursiones para capturar esclavos de los piratas berberiscos ocasionaron que algunas comunidades costeras en Europa se quedasen despobladas hasta el siglo XIX. Sin embargo, con el paso del tiempo y el avance de la tecnología europea, el islam se encontró cada vez más en una posición defensiva. Los europeos seguían conquistando territorios musulmanes, pero el golpe de gracia para el poder internacional del islam llegó con la invención de la ametralladora.
Contar con un gran número de soldados fanáticos y suicidas te da una ventaja competitiva si luchas con espadas, arcos y flechas o incluso con pistolas que permiten un disparo y luego hay que cargar con munición de nuevo. Una vez se introdujo la ametralladora en los conflictos, la ventaja de la carga de caballería o infantería desapareció por completo.
Esta fue una lección que aprendieron todos los bandos a su pesar en la Primera Guerra Mundial, pero en el caso de los musulmanes, esta industrialización de la guerra les arrebató la ventaja de la yihad exhaustiva. Se habían quedado indefensos en un mundo gobernado por naciones que poseían la tecnología más sofisticada y los niveles más elevados de producción industrial y formación científica.
El Imperio otomano turco cayó al terminar la Primera Guerra Mundial. El territorio se dividió principalmente entre los vencedores británicos y franceses, que conservaron esas regiones durante treinta años. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, la tierra fue devuelta al control árabe (excepto un cenagal reclamado que apenas ocupaba un 1 % de Oriente Próximo y que carecía de recursos naturales. La ONU entregó este territorio a los judíos y hoy recibe el nombre de Israel).


[1] Hoodbhoy Pervez:  The New Atlantis 2011
[2]Fergany N. entre otros: Informe sobre desarrollo humano árabe 2002, Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas
[3] Hoodbhoy Pervez: The New Atlantis 2011
[4]Warner Bill: Why we are afraid of Islam, a 1400 year history

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