Mahoma se quedó en La
Meca trece años tras autoproclamarse profeta. La primera parte del Corán se escribió en este periodo y se
conoce como el Corán de La Meca. Las
revelaciones que contiene el Corán de La
Meca mencionan en repetidas ocasiones que Mahoma es el Mensajero de Dios y
todos los que no crean en él arderán en el infierno. También había historias de
personas del pasado, que habían rechazado a los profetas que les enviaban.
Estas personas fueron destruidas por eso y ahora arden en el infierno.
Según Mahoma, muchos de
los profetas bíblicos, como Abrahán, Moisés e incluso Jesús (del que decía que
era un profeta y no el hijo de Dios) eran musulmanes. Aún así, nunca se ha
encontrado mención alguna a la religión islámica antes de Mahoma. Además,
aseguraba que era el último de los profetas y que el Corán era el mensaje final de Dios.
El Corán contiene una serie de historias sacadas de la Biblia y contadas de forma diferente
para mostrar otra perspectiva. Al volver a contar las historias, el mensaje
siempre trataba sobre el modo en el que los judíos habían ignorado a los
profetas y, por eso, eran castigados por Dios.
Esta es la parte
religiosa del Corán, compuesta por historias
bíblicas y temas religiosos. Mahoma usaba los temas básicos con mucha habilidad
para dar respuesta a la mayoría de preguntas planteadas por sus críticos.
Queda claro que Mahoma
era un hombre muy carismático y seguro de sí mismo. A su vez, era capaz de dotar a su mensaje de una forma
poética muy hermosa. Todo el Corán
está escrito como un poema, lo que hace que resulte más fácil memorizarlo. Por
esto atrajo a un gran número de seguidores y, a medida que aumentaba su poder,
también crecía su deseo de mantenerlo. Era un hombre extremadamente narcisista
y al parecer solo le interesaba ser objeto de adoración. No parecía molestarle
haber sido el causante de la división de su ciudad e incluso de su propia
familia.
Cuando su tío estaba en
el lecho de muerte, fue a su encuentro y le pidió que aceptase el islam.
Su tío murmuró algo y
luego murió. El acompañante de Mahoma dijo que pensaba que el tío había
aceptado el islam. Sin embargo, Mahoma no le escuchó con claridad y declaró por
tanto que su tío ardería en el infierno. Abu Talib le había criado desde que
era niño, le había conseguido el primer trabajo que luego había dado lugar a un
buen matrimonio. Después, había protegido la vida de Mahoma de todos los
peligros a los que se enfrentaba por sus acciones. Pero como no se había
sometido al islam, Mahoma declaró que ardería en el infierno.
Ese año también murió
su mujer Jadiya, tras lo que se casó con una viuda llamada Sawda y se prometió
con una niña de seis años llamada Aisha.
Datos importantes:
Los musulmanes
obviamente creen que Mahoma es el profeta definitivo de Alá. No obstante, desde
el punto de vista de un no musulmán, sencillamente era un genio que diseñó y
definió el islam con un único propósito, hacer que todo el mundo le venerase (o
que venerase a Alá a través de él, lo que viene a ser lo mismo en líneas
generales).
Para conseguirlo, se
aseguró que el islam no pudiera cambiar. Mahoma insistió en que para ser
musulmán, una persona debía declarar que no hay más dios que Alá y Mahoma es su
profeta.
Existen otros cuatro
«pilares» del islam, pero este es el más importante con diferencia. Esta es la
definición de lo que significa ser musulmán. Mahoma también se autoproclamó
como el último profeta del islam, cerrando de forma inteligente la puerta a la
oportunidad de que cualquier otro pudiera hacerse con las riendas de la
religión con el paso del tiempo. A pesar de asegurar que era el último de una
serie de profetas judíos, también afirmó que los judíos no tenían nada que ver
con su religión. Mahoma insistió en que los judíos (y los cristianos) habían
falsificado la Biblia para ocultar el hecho de que en la verdadera se había
profetizado su llegada (no hay pruebas que lo demuestren). También prohibió a
los musulmanes que leyesen la Biblia o la Torá (la Biblia judía). Por lo tanto,
los musulmanes solo podían leer sobre profetas bíblicos como Abrahán o Moisés a
través de la versión de Mahoma, que es muy diferente, a veces incluso de forma
ilógica, de las historias de la Biblia original.
La cuestión es que
Mahoma no es solo una figura central del islam, Mahoma es el islam. Churchill
llamaba a los musulmanes mahometanos (los seguidores de Mahoma), que es una
descripción bastante certera. Ser musulmán supone creer que Mahoma es el hombre
perfecto y que el Corán, tal y como
solo se le reveló a Mahoma, es la palabra perfecta (y única) de Alá. Por eso,
un verdadero musulmán sigue la palabra de Alá, tal y como aparece en el Corán y el ejemplo o las tradiciones de
Mahoma, que se han conservado en sus biografías.
Este inteligente diseño
significa que no puede cambiarse. El Corán
no puede modificarse porque es la perfecta palabra de Alá y la vida de Mahoma
no puede alterarse puesto que está muerto.
Los musulmanes se toman
muy en serio la perfección del Corán.
Por ejemplo, varios de los capítulos del Corán
empiezan con tres letras árabes. Nadie sabe qué significan, pero nunca se
eliminarán del texto puesto que el Corán
es perfecto e inalterable.
Así que para resumir:
el islam es Mahoma, el islam no ha cambiado nunca, ni lo hará jamás. Para
cambiar el islam sería necesario eliminar a Mahoma de la religión y entonces ya
no sería el islam. Tal y como Barry Sheene explica de forma elocuente:
«Si mi tío fuera una
mujer entonces sería mi [palabra eliminada] tía». Es un disparate lógico.
El cristianismo ha
cambiado y evolucionado dado que se basa en principios generales, como la regla
de oro, que se pueden debatir e interpretar. No hay mucho debate con Mahoma, o
hizo algo o no lo hizo. Por eso, los que creen que el islam debería o, incluso,
podría cambiar probablemente acaben decepcionados.
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