«Es más fácil engañar a la gente que convencerles de que han sido
engañados». – Mark Twain
Al principio, cuando
aprendí la verdad sobre el islam, esta me impactó y quería explicársela a la
gente. La reacción que esto generó me pilló por sorpresa. Mis amigos más
tranquilos de repente me evitaban siempre que podían. Los más extrovertidos me
reprendían, tachándome de racista, intolerante, hasta de fanático. No era algo
que me esperase y tardé en entender lo que pasaba. Para poder comprender su
reacción tenía que conocer algo más el proceso que normalmente recibe el nombre
de lavado de cerebro.
Este es un proceso en
el que un agente externo controla los pensamientos y acciones de las personas.
Requiere el uso de una serie de técnicas distintas, pero, en esencia, se trata
de un proceso que se aprovecha del mecanismo de supervivencia del ser humano.
Cuando oímos a varias
personas repetir constantemente las mismas cosas nuestros cerebros tienden a
creérselas. Este es un importante mecanismo de supervivencia porque la mayoría
de esos datos suelen ser correctos. Cuando alguien te dice que no te metas en
una cueva porque hay dentro un oso enorme, lo inteligente es escuchar, por ese
motivo nuestro cerebro funciona de este modo.
Las sectas religiosas
se aprovechan de este hecho y amplifican su eficacia utilizando técnicas como
la privación de sueño, el cambio de los horarios de comidas, etc. (muchas de
estas técnicas las encontramos en el islam, sobre todo durante Ramadán). Sin
embargo, hay un modo más frecuente de usar este proceso y es el que emplean
aquellos que tienen acceso a los medios de comunicación masivos.
Los publicistas
comprenden que si bombardean constantemente nuestros cerebros con mensajes que
nos dicen «nuestro producto es bueno», poco a poco alterarán nuestra opinión. A
todos nos gusta pensar que no nos afecta este tipo de manipulación, a pesar de
que los datos sugieren lo contrario.
El islam político ha
utilizado esta técnica con bastante éxito desde hace unas cuantas décadas, nos dice constantemente que el islam es bueno,
«igual que el cristianismo» y cosas por el estilo, de tal manera que ahora a
muchos les han lavado el cerebro para que se lo crean.
Hemos escuchado este
mensaje en boca de presidentes y primeros ministros, lo han repetido
profesores, la prensa, líderes religiosos y prácticamente cualquiera en una
posición de autoridad. Por ello, la mayoría de las personas creen que es
verdad.
El problema al intentar
lavar el cerebro de la gente con una mentira radica en que una vez que han
descubierto la verdad, ninguna técnica empleada les convencerá para que se
crean la mentira. Cuando uno mira dentro de la cueva y no encuentra ningún oso,
es imposible que le vendan la idea contraria.
Por supuesto, alguien
que se dedica a estas técnicas y es medianamente inteligente ya sabe que esto
es así, por lo que usa el hábil truco de «aislar» a la gente de la verdad.
Además de lavarte el cerebro para que creas «una mentira», te convencen de que
todo aquel que intenta decirte la verdad es malvado, peligroso o malicioso y
por eso no deberías prestarle atención. Si les escuchas, acabarás siendo como
ellos y te rechazará la sociedad. Los musulmanes descalifican a estas personas
al llamarlas racistas, fanáticos, islamófobos, intolerantes, ignorantes, etc.
Lo hemos oído tantas veces que empezamos a creerlo.
Este proceso ha sido
tan eficaz que en estos momentos cuando la gente escucha a alguien criticar al
islam, de manera instintiva creen que esa persona es un fanático peligroso y
malvado. Por ese motivo, harán lo que sea para evitar escuchar lo que tiene que
decir.
Para que las personas
entiendan este punto de vista es necesario que admitan que son ellos los que se
equivocan. Los que comprenden la naturaleza humana sabrán que suele ser más
fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que obligar a alguien a
reconocer algo así.
No me esperaba esta
reacción y aún me cuesta creer lo eficaz que ha sido el proceso. Escuchar a
gente que en otros aspectos es inteligente y racional pero que se niega por
completo a escuchar un argumento perfectamente lógico, como si esas palabras
pudieran infectarle, me ha abierto los ojos. Es probable que esto también le
sorprenda, pero una vez que comprendí esta reacción, encontré modos de
sortearla.
Cuando empecé a
escribir este libro, se lo envié en varios correos a amigos que me respondieron
con críticas por ser tan intolerante y fanático. Tras esos correos, decidí
volver a escribir con cuidado el texto para que fuera lo más neutro posible.
Evité de forma premeditada las críticas al islam, sobre todo en los primeros
capítulos para evitar las reacciones de aquellos a los que han lavado el
cerebro. Este enfoque cuidadoso ha funcionado bastante bien y muchos de los que
habrían tenido una respuesta hostil si no lo hubiera hecho así, han descubierto
la verdad.
A primera vista, este
enfoque puede parecer algo obcecado. Después de todo, ¿de qué sirve hablar
sobre el islam si no es para criticarlo?
No obstante, la ventaja
radica en que una vez que la gente comprende qué es el islam, ya no tienes que decirles
que está mal, basta con dejar que lleguen a sus propias conclusiones. Si les
explicas que los musulmanes están obligados a imitar el comportamiento de
Mahoma, lo único que necesitas es mostrarles su biografía y entonces, hasta la
persona más políticamente correcta comprenderá el problema.
Siempre que quiero
explicarle a alguien el tema del islam le digo que he «investigado» o que he
«leído mucho sobre esto» y le comento lo interesante que me parece. La mayoría
quiere saber más sobre el islam porque lo que saben no les parece que sea del
todo correcto.
Normalmente, llegados a
este punto intento no debatir nada más allá de lo básico. Suelo contar que los
musulmanes deben seguir el ejemplo de Mahoma y que el Corán es difícil de comprender. Luego, me ofrezco a darles algo de
material interesante.
Siempre recomiendo este
libro, no porque sea yo el autor, sino porque es el mejor modo que conozco para
explicar este tema a los principiantes, sobre todo si son escépticos. Además,
tiene la ventaja de estar disponible en internet de forma gratuita en inglés
en:
http://thestoryofmohammed.blogspot.com.au
Por desgracia, hay
pocas personas que quieran leer un libro tan largo en el ordenador.
Hay otros libros, como
los de Bill Warner, Daniel Scott o Brigitte Gabriel, que son mejores por
diversos motivos, pero creo que este libro es más útil para empezar con este
tema. Claro que puede recomendar otro libro, solo asegúrese antes de que no
genere demasiada confrontación, al menos no en los primeros capítulos, porque
eso puede desanimar a los lectores políticamente correctos.
Sobre todo, evite las
críticas al islam hasta que la otra persona no sepa la verdad e, incluso
entonces, deje que sea el otro el que empiece. Si la gente no está interesada
es mejor no insistir. A menudo, acaban descubriendo todo por su cuenta, lo que
hace que tengan preguntas y vuelvan luego para consultarlas. Una vez que se ha
plantado la semilla hay ocasiones en las que esta puede crecer sin más ayuda.
Siempre que alguien se
muestre hostil ante la verdad es mejor no insistir. Basta con darles material
Adecuado y dejar que decida por su cuenta. Es mejor cambiar de tema y conservar
la amistad. Más adelante nos sorprenderemos al ver cuántos descubren la verdad
sin más ayuda. Si persistimos solo reforzaremos sus barreras. Este tipo de
enfoque nos ahorrará disgustos y será más útil a la hora de concienciar a la
gente sobre los peligros de la expansión islámica.
No comments:
Post a Comment